Me llamo Menganito, y soy una rana.

Hola, me llamo Menganito, y soy una rana.
Me gusta saltar, y como ya sabéis suelo comer moscas que andan merodeando por mi zona. Estiro mi lengua y las agarro a todas, entonces, encojo mi lengua y me las zampo.
A la hora de divertirme, me voy a las charcas con mis amigos. Solemos jugar a ver, quién salpica más, pero lo que más nos gusta, es jugar a ver quién caza más moscas con la lengua y sin movernos del sitio de donde empezamos a cazar. Yo, casi siempre quedo segundo, pero a veces soy el primero.
En el cole, trabajamos 2 horas cada día, pero si te portas mal, son 3. Yo nunca me porto mal, pero un día:
Acabábamos de llegar, y un compañero me contó un chiste y era el siguiente: la rana de negro se peina con un rastrillo. Y yo me reí, el profe me llamó la atención, y me castigó sin recreo. Me enfadé con mi amigo, porque me dijo ese chiste, pero se me pasó en seguida, me dije a mi mismo, la mitad de la culpa es mía por reírme, y por escucharlo. Entonces mi amigo hizo una cosa para hacer que él también se quedara castigado, pues le dijo el mismo chiste a otro compañero, y se quedó castigado sin recreo también. Llegó la hora del recreo y nosotros nos quedamos en clase con el profe. Él se quería quedar conmigo, por hacerme reír y así que me hubieran castigado.
En un momento el profe quería ir al baño, y nos dijo que nos quedáramos quietos ahí. Y se fue. Mientras estaba en el baño, aprovechábamos para mirar por la ventana como jugaban los demás en el recreo.
-Nuestro equipo está perdiendo.
-¿Cómo lo sabes si no estás ahí?
-Lo sé porque el árbitro está comprado, y arbitra a favor por el equipo contrario.
-Pero eso no vale, hay que ir ahí y ajustar las cuentas.
-Pero como lo haremos si estamos castigados, y además el profe está por venir.
-Pues no lo sé, pero lo tenemos que intentar.
-Será imposible, el profe está viniendo.
-Tendremos que escaparnos.
-El profe sabe el número de nuestros padres.
-Con un poco de suerte nos dejará ir al recreo, recemos por que sí.
-Bueno chicos, ya que os habéis portado bien, os dejo ir al recreo, disfrutar de los 10 minutos que quedan, pero mañana, los primeros 10, os quedáis en clase.
-Vale, gracias.
Y nos fuimos al recreo, pero algo no iba bien, era algo raro, inquietante, no sabíamos lo que era hasta que apareció nuestro peor enemigo, la rana Cien pies, se llama Cien pies porque en la barriga de su madre daba muchas patadas y parecía que tenía cien pies. Y siguiendo a lo que os quería contar, se puso delante nuestro, y nos dijo que o les dábamos nuestra merienda o nos tiraba al cubo de la basura, nos cerraba la tapa, y nos ponía encima un bloque de cemento, así no podíamos salir, y se la dimos. Cuando aparece, todos los niños, están inquietos, es un misterio por resolver.
Cuando acabó el recreo no nos dio tiempo a poner en orden el partido, pero nos dio igual, un partido no importa.
Al día siguiente, me fui al cole enfadado porque sabía que me iba a perder la mitad del recreo en clase, pero a la vez me alegré porque sabía que no iba a estar una hora más en el cole.
En el recreo, me aburría en clase, ya que estaba castigado, fueron 10 minutos, pero parecían 100, sabía que tenía que poner en orden, lo del árbitro, que estaba comprado.
Cuando ya podíamos ir, corrimos como locos, y conseguimos llegar a tiempo, lo decimos por toda la pista, y al final el árbitro salió a ..... Por fin el partido sería justo.
Cuando volvimos a clase el profe nos puso pocos deberes porque ese día era el de “nunca nos pongas deberes profe”, y así podíamos divertirnos en las charcas. Lo único malo de las charcas es que pueden aparecer los humanos, son unos monstruos gigantes que suelen cazarnos a nuestra especie, pero también los vi cazando otros seres vivos. Yo nunca me encontré con uno, pero, pueden aparecer en cualquier momento. Los humanos, aparte de que nos cazan nos meten en una caja mágica, que según el alcalde de nuestra aldea, ahí dentro poco a poco se te va deshaciendo el cuerpo. Él lo sabe porque lo vivió, un día que iba a cazar moscas para comer, se encontró a uno y le metió en esa caja, después le parecía que se estaba desintegrando, pero luego cuando abrió la tapa sin querer, nuestro jefe aprovechó para escapar, y desde ese día tiene el cuerpo muy delicado, además si le tocan lo mínimo y ya le duele, pero tiene un traje especial para él y así no tiene riesgo de un dolor terrible.
 Si queréis saber más sobre los humanos puedo deciros todo lo que sé. Yo me informo poco sobre ellos, no me interesa mucho, pues llevan trajes muy raros, pero a la vez calentitos, y tienen pelo, cosa que las ranas no solemos tener, lo tienen en la cabeza, y parecen tener como nosotros dos grupos, hombre y mujer, las mujeres humanas tienen más pelo que los hombres.
Esa tarde, me fui a jugar con mis amigos a la charca, era el momento más divertido del día.
Quedamos en el parque, y cuando llegué yo, estábamos todos, nos fuimos a la charca de siempre, es la más grande del pueblo, y también la que más moscas tiene. Lo primero que hicimos fue jugar a comernos moscas, yo me comí 10, Manuel mi amigo, 8 y Fran 7, y de repente, se oyó un crujido, muy fuerte, y pensábamos que era un humano o humanos.
Pero descubrimos que era un perro salvaje, pero aun así corrimos porque era más grande que nosotros, y nos podía comer. Cuando lo perdimos de vista y lo despistamos, paramos a descansar, y a beber un poco, estábamos agotados de tanto correr. Manuel dijo que no le sonaba donde estábamos, y eso que se conoce el pueblo como la palma de su mano, incluido el bosque, y empezamos a percorrer por esa zona, que no conocíamos de nada, Manuel no sabía por dónde íbamos, estábamos perdidos. Fran dijo que le sonaba un árbol que teníamos delante, pero Manu aclaraba que puede ser cualquier árbol igual. Anduvimos y anduvimos, pero no encontramos el camino a casa.
De repente, apareció un lobo, y corrimos a escondernos en el agujero de un árbol, pero con su olfato nos encontró y nos dijo:
-Tranquilos, no quiero haceros nada, soy un lobo bueno, no me gusta comer animales que no me hicieron nada, me llamo Lobito, ¿y vosotros?-nos dijo-.
-Nosotros nos llamamos Menganito, Manuel y Fran.
-Qué guay por fin hago amigos que no quieran comerse animales menos fuertes que ellos mismos.
-Hombre, las ranas solemos comer moscas.
-Pero no importa, sé que todas las ranas coméis moscas, o la mayoría.
-Bien, ¿nos podrías ayudar a volver a casa?
-No sé dónde es vuestro hogar.
-En América, para ser más precisos en un bosque de Washington.
-Pero vosotros estáis muy lejos, estamos en el otro punto de América.
-Pero si sólo escapamos de un perro callejero.
-Durante cuánto tiempo, porque los perros callejeros aguantan mucho corriendo, sobre todo si persiguen a una presa.
-Espera que miro mi reloj, pues durante media hora.
-Pues no me extraña. Seguramente habéis cogido el camino que se llega de un extremo a otro en más o menos media hora.
-Y, ¿sabes cómo se va al otro extremo de América?
-Sí, pero es un poco complicado, no puedo salir de casa porque mis padres no me dejan, quizá si les digo que me voy con un amigo mayor de edad. Tengo uno que ya me llevó a España, seguramente también me dejará ir con él a Washington.
-Probablemente sí.
Y sus padres le dejaron, eso sí, con su amigo lobo de 21 años llamado Juan. Pero mejor, si había un peligro, estaba él para protegernos. Seguimos nuestro camino tranquilo, pero cuando pensábamos que todo iba tranquilamente, se oyó un disparo, y le dio a Manu en la pata, por suerte no era tan grave, pero no podía andar, y lo llevó a cuestas Lobito. Se oyó otro disparo, y casi me da a mí, Juan decidió que nos escondiéramos, yo y Fran en un arbusto, Lobito con Manu, detrás de otro pero más grande, y Juan fue a por el humano, yo le dije que no, pero él insistió en ir a por él. Cuando llegó al lado de él, disparó pero Juan lo esquivó, hizo un movimiento brusco y se lanzó contra el humano, le dio unos cuantos mordiscos, y se quedó en el suelo desangrándose, y Juan nos mandó correr a lo máximo que podamos, pero él cogió a Manu.
Corrimos durante diez minutos, y por fin Juan mandó parar, e ir más despacio, paramos a beber, y cuando me di cuenta, estaba bebiendo de la charca en la que siempre juego con Manu y con Fran, por fin estábamos en casa.
Llegamos, no nos lo podíamos creer, mi madre corrió hacia a mí y abrazó muy fuerte, pero al ver a Lobito y a Juan, me agarró y me llevó dentro de casa. Yo se lo expliqué en un minuto, y cuando se aclararon las cosas me llevó fuera con mis amigos.
La madre de Manu, cogió a su hijo, y lo llevó inmediatamente al hospital del pueblo, Y la de Fran solo fue a abrazarle, nuestros padres nos preguntaron cómo pasó todo, y se lo explicamos, después se oyó otro disparo, y alcanzó a la madre de Fran, no sabíamos que hacer. Pues el pueblo era un sitio cerrado sin salida, excepto por donde estaba el humano entonces, nos fuimos a la guarida secreta del alcalde del pueblo, la hizo por si algún día ocurría lo que ocurrió. Cabíamos todos menos Lobito y Juan, entonces los lobos decidieron esconderse en otro sitio, no querían marcharse, querían protegernos. Los humanos cada vez se acercaban más, y nuestro escondite cada vez más pequeño, y menos resistente. Fran y su madre lo estaban pasando muy pero que muy mal, a los dos les dispararon en la pierna. El alcalde pensaba que teníamos que mudarnos, pero con los humanos acechando no podíamos. Pero a Juan el lobo se le ocurrió algo, él y Lobito aullaban y con un poquito de suerte los asustaba, pero al aullar estaban llamando a su familia, y en un momento, más o menos 10 minutos aparecieron y atacaron a los humanos. Nosotros, todas las ranas nos subimos a los lobos, y los lobos nos llevaban a su hogar, así no teníamos peligro de que los humanos nos vuelvan a atacar, y si lo hacen están los lobos para protegernos. Pero solo se nos olvidaba una cosa, ¡los lobos nos querrán comer! Menos mal que Lobito me dijo que su pueblo ya no quería comer carne, ahora solo comen verduras y plantas, les convenció Lobito para que no coman animalitos indefensos.
Bueno pues fue una historia que no olvidaré nunca, y he aprendido que mejor informarte sobre el enemigo, si no, puedes acabar herido. Ahora sé muchas cosas más sobre los humanos, me informé en la biblioteca, y sé que los humanos no nos cazan por que sí, sino para comer, pero algunos nos cazan por diversión, a esos son a los que hay que castigar y bien duro.
También aprendí, que los humanos no son malos, al menos algunos, nos quieren para comer, y si algún día me comen, no me sentiré mal, sino bien, de hecho muy bien, porque sé que le serví a una persona para sobre vivir.
Y no hay más historia que contar, esta historia es una de las pocas que siempre se recuerdan, puede que sea de las que cuando mueres te recuerde esa experiencia, y es que me estoy muriendo, lo siento pero no puedo aguantar más, os recordé la historia como yo la viví. Adiós y recordarme.

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